miércoles, 12 de septiembre de 2012

Ojea unas páginas del libro...

Animaros a descubrir el comienzo de la historia. Aquí os lanzo los primeros capítulos del libro... ¡que disfrutéis!....:


 


 

TOM H

Y

El legado de las mentes prodigiosas

 

 

Lina Domingo Moya

 

 

 
I

El comienzo

 

     Año 1513. Juan Ponce de León solicita a los mandatarios españoles permiso para explorar las áreas del norte de Cuba, y una vez que éste le fue concedido por sus superiores, utilizó su capital para conseguir los barcos, el personal y los medios necesarios e inmediatamente partió en su viaje de conquista de aquellas tierras.

   Antes de su llegada a la nueva tierra a conquistar, a finales del mes de marzo, el vigía avistó una isla.

     -¡Tierra a la vista! –gritó.-

     Pero el nuevo territorio divisado, se encontraba rodeado de arrecifes y rompientes. Viendo imposible atracar con los navíos por los numerosos impedimentos que había en aquellas aguas, Ponce de León, presionado por las ansias de descubrir nuevas tierras y no dándose tan fácilmente por vencido, decidió mandar una barca e intentar ver las posibilidades que tenían de alcanzar el islote. A bordo de ella, se encontraban los marineros: Vasco de Angulo, Macías Bejarano, Lope de Orbaneja, Íñigo Ruíz y Hernán de Herbón.

     Lamentablemente la marea era muy fuerte, la niebla se intensificó y tras haber conseguido avanzar hacia tierra, una gran ola impidió la victoria y azotó duramente a la embarcación, la cual, sin remedio, volcó bruscamente.

     Todos los tripulantes fueron al agua, que los engullía con tremenda fuerza. La barca chocó con uno de los arrecifes y se hizo pedazos, los cuales salieron despedidos en varias direcciones, algunos incluso volando, para finalmente aterrizar en el mar.

     Los marineros desesperados intentaban sobrevivir, pero la furia de aquellas aguas terminó por vencerles. Menos a Hernán de Herbón, que le llegó, como enviado por los dioses, uno de los palos de la barca. Se agarró a él con fuerza y luchando con las olas, que se empeñaban en empujarlo hacia el fondo, consiguió mantenerse a flote. Aquel listón de madera era su salvación, él lo sabía y no podía dejar de apretarlo con desesperación, al mismo tiempo que intentaba nadar hacia los grandes barcos.

     -Socorro –dijo con angustiosa voz– Socooorrooo -gritaba-

     -Ayudadme por Dios os lo ruego, no me dejéis morir.

 

     En ese momento, su mente se fijó intensamente en la imagen del Cristo que se encontraba en el altar del monasterio situado en Herbón, donde él se había criado gracias a los frailes que allí habitaban. Las creencias cristianas de sus lugareños habían hecho mella en él. Desconocía su origen, pues fue abandonado allí nada más nacer. El hermano Francisco, quien lo encontró a las puertas envuelto en unas pieles, fue quien se encargó personalmente de su educación y le dio el nombre de Hernán de Herbón en honor a aquellas tierras gallegas que le habían acogido. Cuando ya adulto, llegó el momento en que Hernán abandonara el monasterio para centrarse en lo que siempre le había atraído, sus sueños de convertirse algún día en un gran marino, y antes de su marcha, el hermano Francisco, un padre para él, quiso entregarle una ofrenda.

     Parecía una vieja moneda de plata que según su protector, dataría sobre el siglo VII a.C. Le contó como una extraña mujer, al parecer de origen celta, a quien un día en un camino próximo al bosque salvó del ataque de una fiera, se la entregó en agradecimiento por haberle salvado la vida. A pesar de que en un principio Francisco se negó a aceptar nada por su buena obra, la dama insistió, asegurándole que había sido el destino de la moneda quien lo había elegido como su nuevo dueño, y por tanto debía aceptarla. Finalmente así lo hizo.

 

      Y ahora era el destino de aquel siclo de plata quien le había guiado hasta Hernán. Desde ese día siempre lo había llevado consigo y ya formaba parte de él.

 

      Fijados sus pensamientos íntegramente en el Cristo y amarrado con rabia al madero, no advirtió que se había ido desplazando hacía los navíos y casi choca con el casco de uno de ellos.

     -¡Soltad un cabo!, ¡Rápido! –logró escuchar al fin. Era la voz de Martín el Crespo, el contramaestre.

     Hernán tomó el cabo y lo anudó al madero que, por algún motivo, no quiso desprenderse de él, se montó entre sus lomos y lo alzaron. La escalada se hizo eterna para él, pero finalmente alcanzó la cubierta.

     Una vez recuperado Hernán conservó aquella tabla, con la que más tarde tallaría un báculo, en cuya empuñadura mandó engarzar el viejo siclo de plata en el que grabó la letra H, la de sus iniciales.


II

La historia de Tom H

 

     Llueve a cántaros. Hacía mucho que no lo hacía. En el sureste de los Estados Unidos habitualmente luce el sol.

 

     Las primeras ciudades de aquel lugar se fundaron cuando, según los historiadores, Juan Ponce de León llegó a esas tierras a principios del mes de abril del año 1.513, ese día era domingo de Pascua en España. A su llegada descubrió un nuevo territorio de frondosa y colorida vegetación, por este motivo y también en honor a ese día de arribada llamado en España, Pascua Florida, decidió llamarlo La Florida. Desde aquel momento y en lo sucesivo, los españoles tuvieron que emplearse a fondo para defender sus nuevas y maravillosas tierras de los ataques continuos de los piratas y de otras flotas enemigas.

    

     Son tierras históricas, muchas de las casas de este estado figuran en los libros como las más antiguas del país y todavía conservan, en muchos casos, el sabor antiguo de otras épocas.

     Allí, cinco siglos después, en una de esas casas con sabor a historia, vivía Thomas Hernán Bady, todos le llamaban Tom y muchas veces los más íntimos tan sólo H. Allí residía feliz junto a sus padres Phil y Leonor, su hermano Benjamín Hernán y su perrita Sally, un mastín español todavía joven, muy noble y cariñosa pero de gran firmeza ante extraños. Su pelaje era de marrón miel y aunque tenía un ladrido ronco, cuando se alteraba, éste se podía percibir a considerable distancia. H adoraba a Sally. 

     El padre de Tom procedía de Oklahoma donde tenía toda su familia, pero años atrás atraído por sus magníficas playas, se trasladó a este lugar, donde hoy trabajaba como responsable de una de las cadenas comerciales más importantes de la ciudad. Su madre en cambio nació allí.

     Al igual que la mayoría de sus antepasados, era descendiente de una de las familias más antiguas del lugar y cuyos ancestros, de origen español, arribaron a bordo de los buques que descubrieron aquel nuevo continente. Ella siempre había trabajado llevando las cuentas de varias empresas, pero actualmente estaba dedicada a las tareas domésticas. Ben, al que así llamaban familiarmente, era algo menor que él, hacía poco que había cumplido los doce años y poseía un carácter bastante más abierto. Tenía un gracioso pelo rizado de color castaño y unos ojos con un intenso color ámbar, exactos a los de su madre. Siempre enredado con H, se metía en sus cosas y al final le acababa incordiando, lo que le hacía saltar desesperadamente. Terminaban riñendo y corriendo el uno detrás del otro y su madre tenía que intervenir a menudo para calmarlos, así una y otra vez. Aunque siempre estaban igual, ambos se necesitaban, y si uno de los dos estaba tiempo sin ver al otro, lo echaba de menos, tanto que insistía e insistía para que regresara. A sus catorce años, Tom era un chico relativamente tranquilo, de pelo oscuro y melena casi por los hombros, con un gran flequillo que habitualmente peinaba hacia a un lado de su rostro; ojos de un azul claro, heredados sin duda de su padre, de quien también heredó su cerca de metro ochenta de estatura. De su madre tenía el resto, un gran carácter, suavizado muchas veces por un buen sentido del humor, gestos algo peculiares; solía alzar el dedo meñique como ella al beber café, a los dos les causaba malestar, pero por algún extraño motivo no podían evitarlo.

     No tenía muchos amigos, Jack y Philip eran de los pocos con quienes compartía alguna confidencia y, aunque no salía demasiado, solía quedar con ellos algún día para disfrutar de las fantásticas playas del entorno.

     En su instituto, y en su misma aula, había una chica que le gustaba, se llamaba Megan y era preciosa. Sus largos y negros cabellos le atraían enormemente, hablaba con ella siempre que podía, procuraba que coincidieran para hacer trabajos en equipo y siempre que estaban a solas y la miraba a sus impresionantes ojos verdes, intentaba sincerarse, pero no tenía demasiada confianza en sí mismo y todavía no se había atrevido. Puede que en la fiesta de fin de año, que estaba próxima, encontraría el suficiente valor para hacerlo.

     Pero de toda su familia, de todos sus seres queridos, sin duda, a quien extrañaba todos los días era a su abuelo David. David Hernán. Era su abuelo materno. Siempre le contaba antiguas historias de sus antepasados, historias muchas veces misteriosas y atractivamente emocionantes que a Tom, le encantaba escuchar. Como el afán de su estirpe porque todos los miembros varones de su familia llevasen consigo el nombre de Hernán. Su abuelo lo llevaba al igual que él y su hermano.

     Junto a él daba largos paseos y su complicidad era tal, que siempre le llamaba la atención la forma que tenía su abuelo de comprenderle, hasta tal punto, que muchas veces parecía que supiera incluso lo que estaba pensando en cada momento. Lo admiraba y quería profundamente.

     El día que David desapareció, fue uno de los peores días en la vida de H. Recuerda aquella jornada con tristeza. Se levantó, como todos los días, se arregló para irse al instituto, bajó a desayunar y allí estaba su abuelo esperándole, como de costumbre, para desayunar con él.  Mantuvieron una breve conversación sobre lo importante que son en la vida las personas que queremos. Tom siempre se lamentó de no haberle dicho en ese momento cuán importante era para él. Le cogió las manos dulcemente ofreciéndole un ligero apretón final. Sus miradas se cruzaron, David le sonrió y H le devolvió la sonrisa, se despidió y se fue a clase. 

     Después sólo recuerda lo que su madre le contó, David se aseó, se puso su abrigo, cogió su centenario bastón, herencia de sus antepasados, le dio un cálido beso a Leonor, acarició el lomo de Sally y salió a pasear como de costumbre. Ya nada más se supo de él. La policía lo buscó por todas partes: en hospitales, parques, zonas comerciales… No había ni rastro de él. Era como si se lo hubiera tragado la tierra. Hacía ya seis meses de aquello y todavía vivía con la esperanza de que, un día, apareciera por la puerta como si nada.

     Dentro de muy poco será su quince cumpleaños y se resiste a pensar que su abuelo no estará a su lado. Había muchas cosas que le gustaría que le regalaran ese día, pero para él, que David apareciera, sería el mejor de los regalos.

 

     De repente la tormenta cesó y las nubes se abrieron, dejando paso a un tímido sol que luchaba por resplandecer.

     No lejos de la casa de Tom se encontraba el Mistery Park, conocido por todos los lugareños y donde habitualmente él y su abuelo, tiempo atrás, paseaban y disfrutaban de tranquilas jornadas. Lo llamaron así, porque era un parque muy antiguo, tanto que nadie sabía bien su origen. Era todo un misterio.

     Su abuelo decía que tenía árboles milenarios y un laberinto tan espeso que, quien se atrevía a descubrirlo, se pasaba horas intentando salir de allí. David le había contado numerosas leyendas de aquel lugar y sin saber por qué a H, una vez calmada la tormenta, le entró una necesidad extraña de pasear un rato por ese paraje.

     El recreo por el parque fue estupendo, anduvo por el paseo de las estatuas, todas ellas representaban personajes de la colonización de Florida. Se sentó por un momento en un banco y recordó tiempo atrás a su abuelo y cuando, sentados en aquel mismo lugar, le había contado como sus antepasados habían formado parte de los viajes de los descubridores españoles que llegaron al nuevo mundo. En la empuñadura del báculo que David acostumbraba a llevar consigo, estaba engarzado un siclo, antigua moneda de plata que, según le había contado, perteneció al más antiguo de sus antepasados, Hernán de Herbón, marino que siglos atrás acompañó a Ponce de León cuando descubrió Florida.

     Cruzó el pequeño estanque con su puente de madera, llegó hasta la plaza donde se levantaba una extraordinaria fuente de rocas, dispuestas a modo de volcán, de cuya boca salía un poderoso chorro de agua. Dejó a un lado el laberinto y siguió su relajado paseo hasta que llegó al lugar más retirado, donde se encontraba, solitario y majestuoso, el árbol más antiguo y milenario.

     Se dio cuenta que nunca, en todo el tiempo que conocía aquel parque, había llegado hasta allí y aquel árbol le causó gran curiosidad. H lo observó con detenimiento, era muy robusto y grueso, sus dimensiones eran enormes, tenía una copa tremendamente amplia. Sus raíces eran tan grandes y poderosas que impresionaban. Pensó en que ojalá pudiera trasladarse en el tiempo y ver quien lo plantó allí. Se acercó al tronco para observarlo minuciosamente durante un buen rato y sin darse cuenta se le echaron las horas encima, reaccionó y pensó que ya era el momento de regresar, hizo un movimiento para alejarse y en aquel preciso instante…

     -¡Crass! Sus pies sin darse cuenta oprimieron una de las raíces, y un enorme ruido dañó sus oídos.

     -¡Broummmmm! El suelo comenzó a abrirse, el cielo de repente se volvió gris, oscuro, casi negro… Parecía que la noche se había apoderado de todo lo que le rodeaba. Tom sintió que caía por lo que parecía una enorme grieta, el polvo se introdujo en sus ojos, lo cual casi le impedía ver con claridad el recorrido de su inesperado viaje.

     -¿Qué está ocurriendo? – se preguntó.-

     No podía entender que habría podido hacerle a aquel enorme árbol para que le castigase de esa manera… lo que no sabía Tom es que...  MIRUM, le necesitaba...


 

martes, 11 de septiembre de 2012

SALUDO DE LA AUTORA


¡Hola a tod@s!
Esta es mi primera entrada en el blog y confieso que es también mi primera vez en esto de los "blogs"... Pero... como dice el refrán: "Renovarse o morir"... y yo espero dar guerra todavía algunos años...
Es curioso esto de escribir. Este es mi primer relato escrito. Completo y comprometido. Quiero decir que, aunque siempre me atrajo mucho la escritura, jamás le dediqué el tiempo y el compromiso que requiere escribir un libro.
Hoy, a estas alturas de mi vida, he comprendido que cada persona alcanza su punto "cumbre" para determinadas situaciones, en determinado punto de su vida. Y... esta, era mi hora para escribir.
La experiencia ha sido magnífica. Nunca imaginé que dar vida a unos personajes y a una historia que hasta entonces no existía, podría ser tan ilusionante. Sí, es realmente mágico. Al igual que los padres nos sentimos orgullosos de nuestros hijos, sean como sean: más altos, más gorditos, más o menos especiales... igual se siente aquel que escribe su primera novela. Por lo menos bajo mi experiencia. Y da igual, creerme, da igual la repercusión que finalmente tenga vuestra obra, os sentiréis igualmente felices de haberla terminado.
Tom Hernán Badi, el personaje de mi historia, ya forma parte de mi. Lo retengo en mi mente como un personaje que tiene una vida, una familia, unos amigos... en definitiva... ¡Ya existe! ¡Y yo le he dado esa vida! ¿No es eso acaso mágico?
Os animo, a tod@s aquellos que siempre os hayáis sentido atraídos por narrar historias, a que lo hagáis. Poner el mejor de vuestros empeños, el tiempo necesario y lanzaros sin dudarlo en este mágico mundo de la escritura que te permite ofrecer, al mundo entero, tus fantasías, tus anhelos, tus frustraciones, tus sueños... En definitiva, lo que tu mente y tus dedos, sientan deseos de plasmar.
Un abrazo.

Lina Domingo Moya

lunes, 10 de septiembre de 2012

Sinopsis


     Año 2.013, Tom Hernán Bady es un chico de catorce años, descendiente de uno de los marinos que acompañaban a Ponce de León, en su viaje de descubrimiento de Florida. Pero su historia va más allá. Tom tiene un legado, que los Dioses entregaron a sus ancestros, el cual le transporta inesperadamente a un universo paralelo, llamado Mirum.

   Allí se le unirán Jana, Odile, Duma, Luca, Joâo y Bruce, herederos también del mismo legado. Junto a ellos y a un extraño ser al que llamará Gaple, descubrirá inesperados secretos, fantásticas vivencias y emocionantes personajes, que irán dejando huella en él.

    Su misión, es salvar ese universo amenazado por Wilkopf, el traidor, contra quien lucha como un guerrero, utilizando diversos poderes extraordinarios que le enseñarán en la Escuela de Mentes, para proteger a los habitantes de aquel mundo.